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Has de admitir el espacio,
circunda, antes: las suposiciones, no todas las posibilidades. ¿Existe tanto?
Derrotan, dicen errores, cuentan cosas invisibles. Habrás de levantar las
alucinaciones con los ojos dispuestos al destrozo. Ahí están, ¿No es tanto?,
¿Es lo mismo? Admitirás a tu antojo la convergencia de lo predicho y las
siluetas apenas amables de lo cotidiano. Parpadear, ir, volver acaso.
Empuña los ojos, sueña manos
deshojadas, el viento de los párpados al cerrarse, las manos que ven la tierra
dátil, la sonrisa de otoño verdadero, por fin, sin agonía. Quieto en esa
erosión de briza y sombras y suspendidos, soplo que pierde el rumor si no es
caricia, ojos de tierra y sudor: allá, la nube.
Salió del vuelo, cuesta canto,
sin palabras, viento del mensaje allá, en sus ojos cerrados y despiertos, en su
lunar de hadas y perfiles de horizontes, vuela, vale toda su culpa y su destino
y el silencio que pueda quedarse, que alcanza a quedarse en sus gestos,
anidado.
Este día será porque ha
nacido, desde siempre en la esperanza que nutre la muerte, son las mismas alas
que no dan abasto por más que, por más: imposible para todos: topo alado que se
entierra y florece.
La víscera, su existencia es
interrogante, no la amable conformación de su cuerpo primitivo, si no, el gesto
de su estar, el ademán de su permanecer, su silencio difícil.
¿Dónde estás? Si siempre,
¿Dónde? Sin ahí del espacio, aquí no es tuyo, allá no es sin ti. Ahora no
alcanza el ser para el ser no basta una cicatriz, habrá de complemento o una
mordedura de animal, al menos, de silencio en cuando más tarde, pero abierta,
viva, expuestas las razones coaguladas. De carácter público será, si callas. Si
acometes al sonido sabrás la distancia que mide el verbo, aun cuando el susurro
de párpados cerrándose, aun cuando los labios apenas entreabiertos.
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