domingo, 18 de abril de 2021

DE NEUTROS E INFAMES

Vienen las casas, sus móviles cabellos, sus tripas de ventarrón herido, su temblor urbano. Vienen encima, sobre sus propias huellas, las edificaciones, con su renglón de tránsito reescrito con la misma palabra amordazada. Vienen ya, cansadas de tanto sostenerse, vienen, ornadas de mito entonces, más silentes, más pías.

Ni reptan, ni rememoran, se desploman sin más atisbo que el estruendo, sin más fuste que alborozo y lágrima.

Cercanas, como si fuese posible refundar sus propias alucinaciones en la hipotética materia de su zócalo. Buscan la piel de las ventajas, la índole que calla, caen como arbustos masticando el polvo que las labra. De adobe ramas, de bahareque vuelan, estallan. De hormigón, de clásicas, de espaldas, de amarillo, de susurro, de mañana, de desesperadas certezas de fraguas.

Han caído las casas, ya son agua, por fin se deshacen en sus camas, ya sus frutos las delatan, pasan, reconocen sus hojas, sus ventanas de lata, los trocitos de haber sido que quedaron en la estancia, reposando el caliente en la cocina o esperando las heladas en la sala.

Te quedas, mira allá los derroches y más dentro las doradas, pero pálidas orejas de pocillos de té y del café de la pausa. Cuántas veces caerán las ansias, exhibidas de desplome contra las ansias. Cuántas veces se levantan las estancias, qué vestíbulo dispongo para dar tiempo a la nada, el domicilio que no cae ni levanta, pero alucina rincones, grietas, naguas, ojos, gafas. Factura, otra vez, corren los que aclaran, tosen, ladran, buscan la casa que les cubra de la casa.

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