Llegará la madre de todos
a juntar el polvo de los cubiertos
por su propia
inspiración.
Sentada la veo, desplumando las horas
mal servidas
Ya no le inquieta la acidez de las
culpas: el cumplido velorio de este sacrificio.
Al fin y al cabo, todo puede (todo
debe) ser un banquete.
Más tarde, en el encarte de sus
propias viandas (numeradas y secretas), reposará fulana y así hablará dormida:
"Tengo una mesa llena de mañana,
¡los convoco!
así las
invitaciones llegarán cuando hayan muerto.
No he de sentarme sola cuando
compartir es el nombre de las pretensiones.
Meriendas vacías
tengo, donde irán los almanaques, cada uno con su maná aborrecido, con sus
fechas exactas y sus luchas y su afán bajo la manga".
La madre de todos ha llegado
cubierta de delirios de hambre,
mordiendo sus propias manos.
Reír la veo, enrodetada en su jadeo.
Ya no le duele el
aire servido, y la lengua le entretiene con canciones de cuna:
"Llorá cebollita
Llora la señora
duérmete sin leche
sueña con las horas
Ya viene el mesero
trae pan y vino
mátalo tan pronto
duerma su destino"
La madre de todos los digeridos, los
insípidos del cielo, los dulces, los amargos de la tierra y del paraíso.
Sorbe su tierna historia.