martes, 26 de octubre de 2021

AVIDEZ

Llegará la madre de todos

a juntar el polvo de los cubiertos

por su propia inspiración.

 

Sentada la veo, desplumando las horas mal servidas

Ya no le inquieta la acidez de las culpas: el cumplido velorio de este sacrificio.

 

Al fin y al cabo, todo puede (todo debe) ser un banquete.

 

Más tarde, en el encarte de sus propias viandas (numeradas y secretas), reposará fulana y así hablará dormida:

 

"Tengo una mesa llena de mañana, ¡los convoco!

así las invitaciones llegarán cuando hayan muerto.

No he de sentarme sola cuando compartir es el nombre de las pretensiones.

Meriendas vacías tengo, donde irán los almanaques, cada uno con su maná aborrecido, con sus fechas exactas y sus luchas y su afán bajo la manga".

 

La madre de todos ha llegado

cubierta de delirios de hambre, mordiendo sus propias manos.

 

Reír la veo, enrodetada en su jadeo.

Ya no le duele el aire servido, y la lengua le entretiene con canciones de cuna:

"Llorá cebollita

Llora la señora

duérmete sin leche

sueña con las horas

 

Ya viene el mesero

trae pan y vino

mátalo tan pronto

duerma su destino"

 

La madre de todos los digeridos, los insípidos del cielo, los dulces, los amargos de la tierra y del paraíso.

 

Sorbe su tierna historia.